México se ha convertido desde hace varios años en un importante imán de inversiones de capital y desarrollo de clústeres industriales de gran calado, debido a su ubicación geográfica estratégica, capital humano, planeación de largo plazo y un marco macroeconómico relativamente estable.
Los estados con mayor grado de involucramiento en este proceso son aquellos que, en los últimos años, han registrado las tasas de crecimiento más elevadas. Esto resulta fundamental en un mundo tan cambiante como el que vivimos. Por ejemplo, el año anterior fue un hito para la dinámica comercial en el mundo desde hace mucho tiempo, probablemente desde que China entró a la Organización Mundial de Comercio en 2001, debido al efecto negativo que generaron las tensiones entre Estados Unidos y China sobre las inversiones, la actividad económica y las expectativas. Este fue uno de los factores que afectaron también al crecimiento de México en 2019. Sin embargo, también vale la pena resaltar que nuestro país logró registrar un incremento de 7.8% en la inversión extranjera directa al tercer trimestre de 2019 respecto a lo observado en el mismo periodo de 2018, siendo los sectores manufacturero, financiero y comercial los más relevantes ante la menor incertidumbre sobre el proceso de negociación de un nuevo tratado comercial en Norteamérica.
En este contexto, la reciente ratificación del T-MEC por parte del gobierno de Estados Unidos ha generado una mayor confianza en la relación comercial entre México, Estados Unidos y Canadá en los próximos años. Si bien se avecinan tiempos complejos en términos económicos, políticos y sociales en el panorama internacional, México podría enfrentarlos de una manera adecuada y aprovechar las oportunidades del nuevo panorama global.
Hoy el mundo enfrenta fuertes cambios de paradigma y consideramos de extrema relevancia no solo identificarlos, sino actuar en consecuencia de manera oportuna y estratégica. Por una parte, el avance tecnológico de la Cuarta Revolución Industrial ha generado choques disruptivos en muchas industrias y en la interacción cotidiana de la gente. Este puede convertirse en un reto para la banca, pero también para la gran mayoría de los sectores que componen el PIB en México. Asimismo, el orbe enfrenta un cambio de paradigma demográfico, con millennials (nacidos entre 1981 y 1996) y centennials (de 1997 de adelante) que conforman 51% del total de la población mundial. Esto ha traído consigo cambios en los esquemas políticos, sociales, culturales, así como en los patrones de consumo y experiencia del cliente. No podemos dejar de lado los cambios ambientales y sociales, los cuales representan una responsabilidad importante para todos nosotros. En este sentido, México tendrá que apostar a una visión más estratégica para sortear estos cambios de paradigma y aprovechar las oportunidades que éstos generan. Es bajo este escenario que GFNorte mantendrá su fuerte compromiso con México para continuar siendo un aliado estratégico.
Dentro de esta visión estratégica, hemos reconocido y asimilado el débil desempeño de la economía mexicana en 2019, explicado principalmente por: (1) la típica moderación asociada al primer año de una nueva administración federal, lo cual impacta tanto a la inversión pública como a la privada; (2) una serie de choques temporales —incluyendo el retraso en el abasto de combustibles, algunas huelgas en nuestro país y en el extranjero, bloqueos de vías férreas en Michoacán y la suspensión de proyectos de construcción en la CDMX; y (3) incertidumbre comercial que afecta mayormente al sector manufacturero, en un contexto de tensiones entre Estados Unidos y China, renovadas amenazas de aranceles a México de Estados Unidos y dificultades para la aprobación del T-MEC.
Para 2020, estimamos un crecimiento de 0.8%, con riesgos más balanceados. Creemos que la mejoría respecto al año pasado estará apoyada por diversos factores, incluyendo menor incertidumbre —especialmente en el frente comercial tras la ratificación del T-MEC en Estados Unidos— que podría impulsar la confianza empresarial. Además, creemos que la primera fase del plan de infraestructura ayudará a reactivar la inversión privada. Por otro lado, la típica desaceleración del primer año de una nueva administración no estará presente, lo que sería positivo en términos del gasto público en infraestructura — incluyendo el inicio de la construcción de algunos proyectos clave. Esperamos que el consumo se acelere moderadamente (1.2% a/a), soportado por mayores salarios —incluyendo el incremento de 20% al salario mínimo—, inflación bien comportada y la consolidación de algunos programas sociales como principales catalizadores. Por último, vemos las políticas monetaria y fiscal como menos restrictivas en el margen.